“Una se acostumbra, más no debería”

¿Quién no ha escuchado hablar de la tan mencionada “zona de confort”? 

  •  Ese espacio, aunque parece ofrecer seguridad y comodidad, en realidad puede convertirse en una prisión invisible. Estar atrapada allí, en esa aparente comodidad, puede ser profundamente perjudicial, pues nos limita, nos ata a una rutina que nos impide crecer, explorar y enfrentar el desafío del cambio, aunque éste sea necesario.
  • Nos acostumbramos, pero no deberíamos. Nos acomodamos a relaciones que, lejos de nutrirnos, nos drenan: relaciones tóxicas, ya sean de pareja o de amistad. Y aquí radica el verdadero peligro: comenzamos a volvernos frágiles, vulnerables, dependientes de algo que no nos aporta bienestar, ni mucho menos paz. Al final, nos engañamos pensando que la familiaridad es sinónimo de seguridad, cuando en realidad puede ser una trampa que nos impide avanzar.
  • Nos acostumbramos, pero no deberíamos. A veces, dejamos de lado el cuidado de nosotras mismas: nuestra salud física, mental y emocional. Nos acomodamos en hábitos que nos llevan a la inercia, en una vida cómoda pero vacía, sin el esfuerzo necesario para obtener lo que realmente deseamos. Buscamos soluciones rápidas, fórmulas mágicas que nunca llegan, mientras nuestro cuerpo muestra las evidencias.
  • Nos acostumbramos, pero no deberíamos. Permitimos que otros ocupen nuestro tiempo, siempre disponibles por miedo al rechazo, al “no pertenecer”. Este miedo nos aleja de nuestro poder personal, haciéndonos olvidar que tenemos el derecho de elegir, de decir “no” cuando algo no resuena con nuestro bienestar.
  • Nos acostumbramos, pero no deberíamos. Postergamos lo importante y caemos en el ciclo de la procrastinación. Nos decimos a nosotras mismas que no podemos, que no somos capaces, y nos encontramos atrapadas en un círculo vicioso del que solo nosotras podemos escapar. Convertimos nuestra mente en una prisión que nos impide ver nuestro verdadero potencial.
  • Nos acostumbramos, pero no deberíamos. A consumir alimentos que no nutren nuestro cuerpo, dejándonos sin energía y disposición, muchas veces comprometiendo nuestra salud.
  • Al final, la única persona que puede cambiar el rumbo de tu vida eres tú. Tú tienes el poder de romper con lo conocido, de salir de la zona de confort. Todo comienza con una decisión: la de no acostumbrarte más a lo que no te eleva.

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